ESTE ES UN EXTRACTO DEL ESTUDIO DEL LIBRO DEL PROFETA AMOS; REALIZADO EL SABADO 27 DE FEBRERO DE 2010; COORDINADO POR LA SOC. FEMENIL "MARTA Y MARIA"; MISMO QUE CONTINUA EN FROXIMA FECHA
Estamos condicionados a pensar que Dios reacciona de la misma manera que lo hace el hombre y que si nos ganamos su favor podemos contar con su bondad. O tal vez creamos que podemos librarnos y no tendremos que enfrentarnos con la misma clase de juicio con el que se tendrá que enfrentar otra persona o que podemos obtener un puesto especial o disfrutar privilegios especiales de Dios, que nadie más disfruta. Ambos extremos de esta actitud se reflejan en los diferentes grupos y personas individuales de vez en cuando.
Sin embargo, el libro de Amós es una clara afirmación de que Dios no es así ni mucho menos. Por lo tanto, el mensaje de este libro puede tener el mismo impacto que un puñetazo en la cara. Si usted cree de verdad tener una posición privilegiada y especial con Dios, este libro es una fuerza brutal, chocante e impresionante. La tendencia que tienen los corazones humanos es o bien considerarse como personas favoritas o exactamente lo contrario, diciendo que somos criaturas tan pobres y tan desgraciadamente fracasadas que Dios jamás nos miraría y que son otros los que tienen el derecho a obtener el favor de Dios. Creo que esta es una tendencia universal entre nosotros. Siempre nos estamos diciendo a nosotros mismos: "¿Por qué tiene que pasarme esto a mi? cuando nos sucede una tragedia o cuando es otra la persona que recibe los honores decimos: "¿Por qué no podría pasarme eso a mi? No puedo evitar pensar en la historia que me contó un amigo hace poco. Sucedió en la ciudad, a la hora punta en el metro, una noche de un cálido día de verano. Había montones de personas que se metían en los vagones abarrotados al arrancar los trenes y salir de la estación y cada uno de los vagones estaba lleno a tope. Sucedió que un hombre fue casualmente el último en entrar a empujones en el vagón y se encontró de cara a las puertas. Estas se cerraron y el tren arrancó. El estaba allí apretujado contra las puertas, con toda aquella humanidad apretujándole en el vagón. Al avanzar el tren por los railes meneándose, comenzó a sentirse un poco mareado. Cuanto más avanzaba más mareado se sentía y justo en el momento crítico, el vagón llegó a una estación y se abrieron las puertas y devolvió sobre el hombre que se encontraba en la plataforma justo delante de él. Pero al no moverse nadie, la puerta se cerró de repente y el tren volvió a arrancar y salió de la estación y el hombre que estaba sobre la plataforma se quedó mirándose a sí mismo y encogiéndose de hombros dijo: "¿por qué yo?
Amós es uno de los primeros libros proféticos. El autor profetiza que Dios ama la misericordia y no solamente los sacrificios formales. Amós nació a unas 12 millas al sur de Jerusalén, pero sus profecías fueron dirigidas al reino del norte (Israel). Él enseño que la futura grandeza de Israel no se aseguraría por medio del poder y la riqueza, sino por la justicia y el juicio.
Amós era profeta de Judá, el reino del Sur, con un mensaje para Israel el reino del norte, en el reino de Uzías rey de Judá (787-749 a.C) y de Jeroboam II de Israel (790-749 a.C). Josefo dice que el “terremoto” (1:1) sucedió cuando Uzías fue herido de lepra (2 Crónicas 26:16-21). Esto dio origen a la co-regencia de Jotam, cerca del 749 a.C., según lo cual la profecía de Amós se habrá dado cerca del 715 a.C.
Mientras las vacas de Basan (que eran las mejores de todo Canaán) pacían en los tiernos pastos de los llanos de Transjordania, los israelitas del reino del norte acudían a adorar a Bet-el, santuario en cuyos altares los más altos estratos sociales quemaban incienso y presentaban sus ofrendas. Fue en Bet-el donde Jeroboam I, primer rey de Israel (el reino del norte), ordeno que se erigieran dos becerros de oro (1R 12-13), pues él se convenció de que tenia que hacerlo. Cuando las doce tribus se dividieron en dos reinos separados, los del reino del norte quedaron aislados de Jerusalén, ciudad que ahora pertenecía a Judá y Benjamín, es decir, las dos tribus del reino del sur. Si los súbditos de Jeroboam hubieran seguido celebrado las fiestas en el templo de Jerusalén, como lo había ordenado Dios, tal vez podrían haberse pasado al reino del sur.
Por esa razón Jeroboam nombro a sus propios sacerdotes e instituyo su propia fiesta. Así el pueblo podría adorar donde quisiera y como quisiera: los que no fueran a Bet-el podrían ir a Gilgal, que era otro centro de adoración, y presentar allí sus sacrificios de alabanza con pan leudado, proclamar sus ofrendas voluntarias, y adorar incluso a otros dioses. Pero murió Jeroboam, y más tarde llego a reinar Jeroboam II, bajo cuyo reinado Israel alcanzo gran prosperidad y estabilidad política. Fue aquella época dorada que evidenciaba la complacencia de Dios con Israel. Al menos así pensaban en Israel, hasta que se presento un pastor de Tecoa, pequeño poblado a escasos quince kilómetros al sur de Jerusalén. Resonó entonces la palabra del Señor.
Los Contemporáneos de Amós
Haría unos 200 años desde que las diez tribus se habían separado del reino de David (933 a.C.) y habían establecido el reino independiente norteño con su culto oficial del becerro de oro (2 Reyes 12:25-33). Durante parte de este tiempo se había adoptado además el culto a Baal, y todavía imperaban muchas de las prácticas abominables de la idolatría cananita. Mientras tanto, Dios había enviado a Elías, a Eliseo, y luego a Jonás; pero sin resultado alguno. Israel, endurecida en su idolatría y su maldad, se precipitaba velozmente a su ruina final, cuando Dios envió a Amós y a Oseas en un esfuerzo final para detener a la nación en su carrera loca hacia la muerte.
Es probable que en su niñez Amós haya conocido a Jonás, y puede haberlo oído contar de su visita a Nínive. Posiblemente, también haya conocido a Eliseo y haya oído a éste hablar de sus relaciones con Elías. Jonás y Elías pasaban del escenario cuando Amós debutaba en el. Joel puede también haber sido su contemporáneo o su antecesor cercano. Quizás la plaga de langostas a que Amós alude sea la de Joel (4:9). Oseas fue colaborador de Amós, y puede haber estado en Bet-el al tiempo de la visita de Amós. Sin duda se conocían bien, y pueden haber cambiado impresiones a menudo acerca de los mensajes que Dios les había dado. Oseas era el menor, y continúo su obra después de su muerte de Amós. Luego cuando Amós ya terminaba su ministerio, Isaías y Miqueas comenzaban los suyos. Ambos pueden haber oído a Amós en su juventud. ¡Que constelación de luces proféticas la que Dios levantó para tratar de evitar, y para interpretar, la caída de Israel!